Cuando encontraron la momia Otzi, los científicos descubrieron que tenía 64 tatuajes en su cuerpo: esto muestra que el tatuaje ha sido parte de la cultura humana desde tiempos prehistóricos.
Evidentemente, al principio las técnicas eran manuales y es precisamente en esta prehistoria donde tenemos que ubicar la aparición de la técnica del Microblading: en la antigüedad se usaban astillas de silex, pedernal y cuarzo para tatuar mientras que hoy, por supuesto, los instrumentos son diferentes y también las diversas técnicas se han diferenciado.
El microblading, de hecho, ha cobrado protagonismo en los últimos años, sobre todo porque a diferencia del dermógrafo, la compra de pequeñas agujas o blades para empezar a tatuar supone un desembolso mínimo de dinero.
Esto ha dado lugar a múltiples cursos que tienen la presunción de hacerte maestro del microblading en unos días y que, en cambio, dan vida a muchos improvisados que no saben utilizarla.
Porque la verdadera diferencia entre el uso del dermógrafo y el microblading radica en la destreza de este último: con el microblading se pueden obtener efectos hiperrealistas y admirables pero lo que se necesita es una excelente capacidad manual en el uso de las agujas.
El dermógrafo, en cambio, es un dispositivo eléctrico nacido con el advenimiento de la revolución industrial que creó las primeras rotativas: el dermógrafo mismo nació como una máquina para imprimir papel que luego fue modificado para el uso del tatuaje.
Se entiende que un aparato eléctrico puede resultar muy caro mientras que las agujas de microblading están al alcance de todos los presupuestos: los resultados son muy similares tanto con un dermógrafo como con microblading si se dominan ambas técnicas. Pero para tatuar a través del microblading se requiere mucha más experiencia y habilidades manuales.
El objetivo de un buen tatuaje es siempre el mismo: llevar el color al nivel de la dermis papilar. Nada cambia si esto ocurre con un medio manual o eléctrico, el problema es tener la competencia y la capacidad para hacerlo, una habilidad que hay que ejercitar y estimular de forma exponencial.
Además, el Microblading implica diferencias en el tipo de piel: las pieles envejecidas y delgadas o muy vascularizadas dificultan mucho el trabajo, mientras que el dermógrafo permite trabajar en múltiples categorías de piel sin ninguna dificultad.
Son métodos diferentes pero que también se pueden completar: en un mismo tatuaje primero se pueden crear todos los detalles con microblading y reforzarlos luego con el dermógrafo o crear con éste difuminados. Lo importante es evaluar siempre a tu cliente: qué tipo de piel tiene y cuáles son sus deseos o necesidades para que tú puedas decidir cómo proceder.
Si tienes buena destreza y un trazo preciso puedes usar ambas técnicas: por ejemplo, para los ojos y labios puedes usar el dermógrafo (es posible realizar este tratamiento también con la técnica manual, pero la pericia y la precisión deben ser muy altas y, no obstante, el resultado es más sencillo y gratificante con el instrumento eléctrico) y para las cejas la técnica manual de Tebori, dependiendo de lo que necesites hacer en ese momento.
Lo que recomendamos a todo profesional es el conocimiento de ambos métodos que, en ocasiones, también se utilizan simultáneamente: con el microblading y, en concreto, con la técnica Tebori, no solo se crea pelo sino también líneas, tonalidades, rellenos de color; lo que sigue siendo fundamental es el ejercicio de la habilidad manual y la sensibilidad para comprender hasta dónde se puede llegar con la piel específica que se está tratando.
Para las dos técnicas de las que hemos hablado, es importante el entrenamiento y el ejercicio que sólo se puede tener practicando a menudo y sin detenerse nunca frente a una técnica u otra.
Además de esto, la higiene rigurosa es ciertamente esencial, lo que le permite trabajar de manera segura tanto para el tatuador como para el cliente.